Someday my prince will come

Translator Blues, de Michèle Landis

When cash flow is low,
When the phone does not ring,
When emails become scarce,
I engage in soul searching,
I have got the blues, translator’s blues.

What did I do wrong?
If only I could know!
If all my friends are busy,
Are they really better than I?
I have got the blues, translator’s blues.

It was good to have free time.
I cleaned the house, tended the garden.
My house is now squeaking clean,
Flowers are blooming. All the same,
I have got the blues, translator’s blues.

It must be the economy.
When will it grow again?
Or some of those cheap guys
Who sell themselves on the Web.
I have got the blues, translator’s blues

What can I do, whom shall I call?
Where are all the projects gone?
Today is Friday; too late to be called.
Next week, someone will need me!
I have got the blues, translator’s blues


Este desgarrador blues sobre la desesperación del traductor autónomo había sido bautizado con el nada previsible nombre de «Translator Blues». Sin embargo, no quisiera lanzar al ciberespacio este lamento preñado de miradas lánguidas a la bandeja de entrada de Gmail y desorientación existencial sin añadir una cierta nota esperanzadora… aunque sea en el título.

Someday my prince will come.

Porque, como bien sabéis ya todos y con una cierta dosis de esfuerzo+insistencia+calidad, al final aparece el príncipe azul cliente, empresa o encargo soñado…que nos lleva a su castillo encantado oficina o evento y nos promete amor eterno plazos de entrega razonables, un pago sustancioso y puntual, un encargo interesante o un buen entorno de trabajo (a veces incluso todo a la vez)… y somos felices y comemos perdices. A veces, hasta «por siempre jamás» 😉

Y entonces podemos decir, parafraseando a la tristemente desaparecida Vienna Art Orchestra…

Vienna Art Orchestra – Grace Kelly One Day My Prince Did Come

It was a very good year, parte 2

 

Un poco más tarde de lo esperado, pero desde luego en menos tiempo que la última vez, volvemos a la carga.

Como os contaba en la 1ª parte de esta crónica del 2011, las últimas y muy seguidas decepciones en materia de búsqueda de trabajo me habían dejado en un estado de «a tomar viento con todo» temporal. Como no soy muy amiga de revolcarme en mi autocompasión, intenté centrarme en decidir qué hacer en enero y no perder (demasiado) tiempo en analizar el motivo de esta mala racha. La inmensa mayoría de las veces, si uno hace examen de conciencia para ver qué ha podido hacer mal, acabas aprendiendo de tus errores y procuras evitarlos en el futuro. Sin embargo, cuando las cosas han salido mal y sabes que no ha sido por tu culpa, vagar como alma en pena preguntándote «¿por qué?, ¿por qué?» no ayuda mucho.

Máximo exponente de la filosofía trascendental

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It was a very good year, parte I

 

Antes de que me abucheéis por inconstante, por inaugurar un blog y luego «dejarlo abandonado» un mes, por publicar una segunda entrada que tampoco es estrictamente traductoril y que encima el tema sea una reflexión sobre el año pasado siendo ya hoy 14 de enero (¡a buenas horas, Greensleeves!)… antes de todo eso, diré que, por una vez, tengo una buena excusa para no haberme sentado a escribir en todo este tiempo y para que el motivo de este nuevo post sea el que es y esté en la misma línea que los de Curri y Pablo. Y es que 2011 ha sido un año raro, único e increíble.

Justo después de la puesta en marcha de «El blues del traductor» (que, dicho sea de paso, no esperé que fuera a tener tan buena acogida: ¡gracias a todos!), empecé a escribir una entrada sobre traducción: quería hablar sobre la inamovilidad de ciertos títulos de obras traducidas al español y preguntarme y preguntaros la razón de que no se enmienden ciertos posibles errores de traducción y que estos se eternicen edición tras edición. La cuestión es que escribir algo decente y medianamente en condiciones sobre este tema requería una buena dosis de documentación. Y a ello me puse… hasta que, un par de días después de daros la bienvenida al blog, mi vida dio un vuelco. Puede sonar exagerado, pero es que no hay otra forma de llamarlo. Recibí un correo que cambió totalmente los (pocos) planes que tenía y que puso fin a la incertidumbre de qué iba a ser de mí a partir de enero.

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This could be the start of something

¡Bienvenidos a mi blog!

Después de mucho darle vueltas, escribir mucho y borrar aún más y pelearme con WordPress (y lo que te rondaré, moreno…), por fin inauguro esta bitácora; mi primer blog con fines también profesionales. Hasta ahora, los que había escrito eran meramente personales y nunca había sido muy constante en cuanto a publicar y mantenerlos. Aunque hace ya algún tiempo que decidí lanzar esto que leéis, siempre acababa retrasándolo por unos motivos o por otros: falta de tiempo, falta de inspiración e incluso una remodelación completa, ya que llegué a diseñar un blog y a escribir un par de entradas… y entonces me dí cuenta de que ya existía una bitácora de traducción con el mismo nombre. Ouch.

Las crónicas de la mesa redonda de la APTIC sobre blogs que Aida publicó en su «Aventuras de una traductora-intérprete en Madrid» y las presentaciones de los ponentes me dieron el empujón definitivo para decidirme a tener mi propio rincón en la blogosfera. Con «El blues del traductor», pretendo tener un poco más de presencia como traductora en este vasto Universo que es Internet, poder contar mis (in)experiencias y opiniones sobre este mundillo y a la vez intentar aportar aunque sea una milésima parte de lo que me han aportado a mí los blogs de tantos traductores e intérpretes que comparten sus conocimientos y ponen su veteranía al servicio de todos los colegas de profesión, recién llegados o no. De no ser por ellos, el camino que lleva desde absoluto novato hasta profesional del gremio sería mucho más arduo.  Sigue leyendo